Rastros y huellas del Sabedor Saúl Enrique Martínez Rodríguez

por Soporte

Por: MamaTide – 8 de abril 2017

Una de las enseñanzas que siempre pilaba y pilaba mi madre Eliza Matilde, fue y sigue siendo 'cumple tu palabra'. Además de la palabra, se suma el deber de hacerlo. De teñir los chimbustos para luego darle sentido a esos rastros y rostros de alguien que no tuvo en poco su juventud, que se fue puliendo en palabra, conducta, amor… todo ello reflejado en servicio. Quien en vida se ocupó y permaneció en ellas, lo cual sigue siendo manifiesto a muchos, por ello su partida se hace honda y profunda, y a su vez esperanzadora. Siempre me instaba a escribir, a rememorizar, a escarbar, a ocuparme y no quedarme en la preocupación.

Cumplir la palabra no es fácil, y menos en la capital de cemento frio y distancias, en esta madrugada cuando el calor del lecho te atrae. Mientras la Palabra Viva te nutre al vaivén de la brisa fría que carcome los huesos y el silencio perturbador de los vecinos que retornan de una noche de bohemia santa.

Además de escarmenar los chimbustos (residuos de las fibras de maguey en el proceso del hilado), con tantos rastros y huellas, debo pilar y pilar para separar el afrecho, y el grano se afirme para nutrir silencios y verdades. Son los rastros y huellas del ser que hace 63 años alimentó a la Madre con su primer chanto, al alumbrarlo su mama - no parirlo - cerca a Juancho Manta - un manantial que nos sigue confrontando en la tierra de Abrahan Maestre, Chico Bolaño, Cristóbal Lúquez… Mama Tea, Mama Ipa, Mamatide, Mama Eliza… Papa Pedro y tío Chicho Arias, entre muchos pilares del mundo atánquero, del pueblo Kankuamo.

Como la palabra escrita tiene mucho más poder y marca huellas, inspirados en el primer rey de Israel, lo llamaron Saúl Enrique Martínez Rodríguez, quien entre las faldas de su madre Carmen Elena ´Comalle´ y la chambra de su abuela Matilde, y bajo la guía de su bisabuela Oristela, fue creciendo en Gracia, Conocimiento y Estatura, nutrido con ´los kunches´ que brotan de La Gloria (roza familiar cerca del pueblo). Nació la madrugada del 7 de abril de 1953, cerca del legendario sitio ´el coco´, en el barrio La Lomita, de Atánquez – vertiente sur oriental da la Sierra Nevada.

Palabra acción = Servicio

La palabra sin acciones es vacía, esa impronta sembrada en la Iglesia Emaús marcó el derrotero en su segunda fase de vida de Mano y primo Sao, como cariñosamente le llamábamos su doble familia. Discípulo del Maestro, hijo, hermano, padre, amigo, músico, carpintero, ebanista, tegua, médico propio con orientaciones científicas, sobandero, mensajero y escuelante de la creación, lector… poseía el don de la escucha y la palabra, como el dulce de toronja y la rula de doble filo. Agudeza que lo llevó al extremo, en la década del 2001 – 2010, por amenaza tener que saltar el abismo entre la Sierra Nevada - mal llamada de Santa Marta, porque son los tacanes que sustenta tres departamentos - y Bogotá, capital de Colombia. Con sus cinco retoños, dejando la cruz inerme de su complemento y desosiego de su amada Comalle.

Pasaron varios años, entre el frio que golpea y el fuego que congrega, aconseja y confronta; por ello, contra todos los pronósticos, sin las garantías de retorno, decidió enmochilar sus biricuetos, parte de sus hijos, y regresar al seno de su territorio ancestral, a regar los arboles donde está sembrada su placenta y ombligo.

Desde entonces, el poporo y el fuego, la escucha de la naturaleza y la motivación de escuelantes paisanos, estudiantes de otros lares y mares, la mirada esperanzadora de sus nietos Samuel y Mariam en su amada Atánquez, y el sueño de muchos Kambuyes que como él, en su condición de víctimas por el conflicto y control territorial cultivan la esperanza de regresar “argún día será, aunque sea en cuatro tablas”, a propósito hoy Día de las Victimas en Colombia.

Huellas que trascienden ​

El primer territorio de todo ser y más si es un ser nativo, aborigen o Indígena, es la placenta de su mama, es el territorio natural, luego nace y ve la luz entre llanto desafiante; crece en todo y desarrolla el amor y la entrega a los demás, eso es servicio; poco a poco el tronco del árbol se robustece a la par que sus ramas van desojando… hasta abonar la tierra donde la placenta lo llama. Por ello, lo ideal es que el cuerpo frio se siembre en la tierra, en una cámara paralela, para que su savia abone a varios palos de matarratón y lirios blancos, un ovalo de piedras y tierra afirme su saber y una laja de piedra marque el territorio, para el perenne recuerdo de sus rastros y huellas.

Pero ahí no termina todo, como a muchos de otras sociedades. La ley del aire, el agua y el fuego, orientan la mortuoria – que no es equivalente a las nueve noches. En el caso de Mano o Mayor Saul ´Sao´ Martínez, duró seis días con sus noches (a partir del 1ero de abril en su Kankúrwa), luego de 33 días con sus noches de su vuelo sin retorno la frontera del 26 y 27 de febrero en una clínica de Valledupar. La mortuoria del Mayor Saúl, como acto de aprendizaje, se dio con dos días de limpieza a los que acompañaron física y espiritualmente, y 4 días de trabajo espiritual para armonizar el camino de todos, bajo la batuta de Mamas Sebastián y Antonio Loperena Dingula, hermanos Kogui de Mamagueka, de la cuenca del Rio Guatapurí. Como la corriente del rio no se agota, es un aprendizaje que retoma el Pueblo Kankuamo de la mano de Autoridades de los pueblos hermanos de la Sierra Nevada, en cumplimiento del mandato de Serankua, como salvaguardas naturales del Corazón del Mundo.

Como todo pajarito en la Sierra, se une al danzar permanente para que perduren nuestras tradiciones, con el reconocimiento del más numeroso acompañamiento (de propios y de otros confines), de la memoria reciente del pueblo Kankuamo, el pasado 1ero de marzo; su siembra fue en el cementerio primario de Atánquez; si primario porque en la tierra del Amor Amor, donde las carrumbitas todavía salen, hay tres cementerios: el primario en tierra, el de bóvedas o católico, estos lo separan el arroyo 'El Chorro', y el llamado evangélico – en la cabecera del pueblo.

Este ejemplo, como muchos, refleja la lucha de clase y poderes en la otrora capital de la Sierra Nevada, donde estudiaron muchos valduparences del Valle del Cacique Upar (Cacique Chimila o Ette Ennaka), y cuya cruz con la Biblia en mano cercenó en muchos el orgullo del Ser Kankuamo.

Orgullo que se revitaliza, y más cuando se está por fuera de su territorio natural, como fue la experiencia de Saúl Martínez.

A ritmo de gaita y sones de chicote, hombres y mujeres de los pueblos hermanos Kogui, Wiwa, Kankuamo y Arhuaco, con el fuego, el Ayu y el tejer con fibras de fique, danzaron bajo el sol vertical del 5 de abril, con el acompañamiento de otros pueblos como Los Wayuu y centerares de escuelantes y/o discípulos de su escucha y palabra dulce, certera como el ajenjo y desafiante como las aguas de cientos de ríos de la Sierra Nevada y los Mayores Nevados que claman que los dejen solitos, que les quiten las manos, para poder seguir cumpliendo con su legado. Salvaguarda del Corazón del Mundo, no solo para los cuatro pueblos de la Sierra, sino para el mundo.

Reconocimientos

Las Autoridades, el pueblo Kankuamo y el cabildo de Atánquez, declararon dos días de duelo, y en manifiesto público reconocieron, “la desaparición física del Mayor Saúl Martínez Rodríguez, conocedor de la tradición y medico propio, representa una irreparable pérdida para el pueblo Kankuamo y la Sierra Nevada, por todo su aporte y dedicación al cumplimiento de los mandatos de la Ley de Origen”. Por su parte la Organización Nacional Indígena de Colombia – ONIC, y el remanente del pueblo Kankuamo en Bogotá, presencialmente reafirmaron su reconocimiento al aporte invaluable que desde diferentes espacios aportó el Mayor Saúl. Así, como académicos, partidos políticos como El Liberal cuya bandera siembre enarboló, entre otros actores de escenarios donde tuvo la oportunidad de marcar sus huellas.

Por su parte, comunicadores kankuamos a través de la emisora Tayrona Stereo, recrearon a micrófono abierto los aportes y su irreparable partida. Entre ellos, un joven cultor de la décima atanquera, Jafet Elías Oñate Arias, plasmó en ocho estrofas parte de la vida y trascendencia del Mano Sao, y la influencia en la juventud y niñez.

Honras a Saúl Martínez

A mi propio presentimiento
Me le mostré indiferente
Yo quise evitarlo siempre
Que no llegue este momento
Pero quien detiene el tiempo
Y nadie a dicho que no
Hoy usted mañana yo
Pagaremos esta deuda
// Sin billete y sin monedita
La muerte es obra de Dios//

II

Nació un 7 de abril
De año cincuenta y tres
El a mí me vio crecer
Y yo a él lo vi morir
Yo me quiero referir
Al mayor Saúl Martínez
Quien brillará en los confines
Por su grandeza y ejemplo
//El corazón del pueblo
Sus obras así lo describen//

III

Médico de los mejores
De todito el cuerpo entero
Desde el pies al cabello
Le aliviaba sus dolores
Así tuvo gran renombre
A muchos que desahuciaron
Desde Suecia aquí llegaron
Por la fama de Saúl
//Recuperando la salud
En mano de este Kankuamo//

IV

Como llora la Comalle
Es que no hay como la madre
Ellas son las más sufridas
Y con un Dios te bendiga
Despidió a su hijito
Siempre fue su consentido
Como esto no nace otro
//Solo queda Isa Coco
Llorando a su eterno amigo//

V

Lo esperan en el cielo
Héctor, Jorge y la Mencho
Se abrazan con Leonor
Con Bienvenido su suegro
En su rostro un desespero
Por encontrar a su amor
Se abrazan con Leonor
Con su esposa terrenal
//Y le entrega una flor
De sus nietos Samuel y Mariam//

VI

Como quedaron sus hijos
Ahora sin padre y madre
Ese es un vacío muy grande
El que tienen Bienvenido
Esaú dice lo mismo
Que Lily y Saúl Guillermo
Edgar Luis el más pequeño
De sus hermanos el veje
//Quedan en manos de Nelsy e Inés
Que lloran a su hermano bueno// ​

VII

Amigo de sus afectos
No tengo que mencionar
En mi verso decimal
En lo que hizo en todo tiempo
Un día le hizo un juramento
Mientras yo viva en la tierra
Yo te quiero a mi manera
Así un día supo decirle
//Fue al hijo de Efigenia
Mi primo René Martínez//

VIII

Las señales de a tierra
Cuando va a morir un Mamo
Truena en pleno verano
Y aquí trono en La Solera
Y se entristeció la Sierra
Y en Tusimañe Conchacala
Su pagamento anunciaba
Con las nubes bajo el sol
Muere un hermano Mayor
Allá en la tierra Kankuama.
Fin... Sin fin.
SMAM.H