El exterminio por sed de los wayuus
Por: Alejandro Reyes Posada
Publicado en: https://www.elespectador.com/opinion/el-exterminio-por-sed-de-los-wayuus-columna-903309
Todo el discurso sobre la defensa del ambiente en Colombia se estrella contra realidades en La Guajira, donde un pueblo milenario como los wayuus, experto en sobrevivir con muy poca agua, se opone a que la empresa multinacional Carbones del Cerrejón desvíe el arroyo Bruno, que nace en los Montes de Oca y es afluente del río Ranchería en la Media Guajira, porque está acabando con los escasos bosques secos que sobreviven entre los municipios de Albania y Maicao, con la pesca y el agua para sus rebaños de cabras y ovejas, de los que derivan su alimento. El arroyo es el afloramiento de un importante acuífero que Carbones del Cerrejón está secando para dar paso a la extracción de un filón de carbón que quiere explotar antes de que venza su concesión.
En 2016 Corpoguajira, sin consultar con las comunidades afectadas, otorgó a Carbones del Cerrejón el permiso para desviar el arroyo y hacer otro artificial, por el que no corre el agua, y tuvo que ser la Corte Constitucional la que ordenara la suspensión de las obras de desvío, mediante la sentencia 698 de 2017, ostensiblemente incumplida por la empresa. Sin importar el pronunciamiento de la Corte, la empresa construyó un tapón para secar el arroyo y el agua dejó de correr por él, con la consecuente muerte de árboles y biodiversidad, así como la crisis de abastecimiento para 34 comunidades wayuus y algunas afrodescendientes que dependen del arroyo para vivir. Esta crisis del agua se suma al prolongado verano atípico de La Guajira, pues la escasa lluvia dejó de caer durante cuatro años, agravando la crisis alimentaria y de desnutrición infantil que ha soportado el pueblo wayuu.
Si el conflicto entre un pueblo milenario indefenso y una poderosa multinacional resulta en el exterminio por hambre y sed de los indefensos y la captura desesperada de ganancias de la empresa, entonces ese pueblo indígena no tiene un Estado que lo proteja y esa multinacional no tiene uno que la regule. El taponamiento del arroyo también dice mucho sobre la debilidad y corrupción de la autoridad ambiental de Corpoguajira, pero, aún más grave, dice que las decisiones de la Corte Constitucional en defensa de los derechos fundamentales de los wayuus valen poco frente al sagrado derecho de la multinacional carbonífera de seguir agravando la contaminación atmosférica del planeta antes de que el mundo logre hacer la transición a una economía libre de gases de efecto invernadero.
Colombia es campeón mundial en conflictos socioambientales, pero el causado por desviar un importante arroyo del desierto, donde el agua es la supervivencia, para sacar el carbón que duerme bajo su lecho, a cambio de un puñado de dólares para girar a los accionistas del exterior, a costa de un pueblo que vive al límite del hambre y la sed y aun así reclama su dignidad, es el conflicto que une los dos extremos de la catástrofe climática: la pérdida irremediable del agua para sobrevivir, para seguir enviando a la atmósfera los gases de carbono que terminarán volviendo irreversible la extinción de la humanidad.
En vez de tanto desprecio, Colombia debe valorar el conocimiento ancestral que ha permitido a los wayuus sobrevivir en el mundo futuro de la escasez del agua, que algún día afectará grandes regiones del planeta. Si no se obliga a la empresa a destaponar el arroyo, que ilegal y abusivamente taponó, y a restaurar el ecosistema que dañó, será tarde para aprender de supervivencia de los maestros del desierto, porque habrán desaparecido.