Editorial: Selección indígena

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La selección indígena de fútbol es una iniciativa acertada e inteligente para no permitir que la nación olvide que nadie puede quedarse por fuera a la hora de reparar un país.

Fue recibida entre la curiosidad y la emoción la crónica publicada en EL TIEMPO sobre la conformación de la selección indígena de fútbol, que a mediados del 2014 viajará a Brasil para representar a Colombia en la Copa América de Fútbol Indígena, que, con la participación de 19 países, se llevará a cabo un mes antes del Campeonato Mundial organizado por la Fifa. Alegró la noticia de que Carlos el ‘Pibe’ Valderrama, quizás el más emblemático y más vigente de los jugadores de la historia del balompié nacional, se encargará de la dirección técnica: se trata de una buena decisión por cuanto no podría haberse encontrado a un mejor y más sano representante de un país que quiere reivindicar y sacar de la violencia y del desplazamiento a sus culturas primigenias.
Grato ver lo avanzado que está en las regiones el proceso de selección de los futbolistas de las diferentes comunidades nativas del país: ni más ni menos que 710 resguardos se han organizado ya en diferentes equipos y diferentes campeonatos de los que el propio Valderrama escogerá el onceno que disputará una copa que traerá al escenario a una buena parte del país que sigue existiendo y padeciendo en esos márgenes en donde la violación de los derechos humanos y la pobreza continúan siendo crímenes con demasiada frecuencia impunes, al tiempo que pretende conseguir lo que la Organización Nacional Indígena ha llamado “la hermandad de los pueblos indígenas de las Américas”.
Emocionó la imagen de Valderrama haciendo “la veintiuna” con un balón multicolor, ante las miradas de una multitud de niños que, a la hora de la verdad, son sobre todo colombianos que esperan su futuro con el corazón en la mano, que reclaman los derechos que su Constitución les promete y que celebran y sufren las aventuras de la “tricolor”, muy cerca de clasificar a la Copa Mundo de la Fifa.
La selección indígena de fútbol es, no cabe duda, una iniciativa acertada e inteligente para no permitir que la nación olvide que nadie puede quedarse por fuera –mucho menos estas comunidades abandonadas a la mala suerte de encarar guerrillas y bandas ilegales– a la hora de reparar un país en el que la exclusión no ha sido, por muy poco, una norma.
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