Descolonizando la historia

por comunicaONIC

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"La posmodernidad es la condición humana que llega después de que la gente deja de creer en las grandes promesas hechas por las ideologías modernas: después de que se niegan a seguir creyendo, por ejemplo, que el socialismo traerá  igualdad y libertad, o que el fascismo purificará a la sociedad, o que la democracia le dará poder a la gente, o que la ciencia le da a la humanidad el poder para inclinar la naturaleza a su voluntad (Smith:1999, p. 16)”[1].

Este enunciado, reiterado por el gran filósofo de la posmodernidad, el polaco Zygmunt Bauman, nos recuerda que la posmodernidad que vivimos está íntimamente ligada al ciber conocimiento. Basta con hacer un click, para contrastar la información recibida con la realidad, por lo que hoy las desinformaciones son castigadas duramente.

Las nuevas ciudadanías también están dispuestas a reconstruir la historia de sus territorios y comunidades ancestrales por medio de mensajes simbólicos como la de excluir, en sus ciudades, monumentos, bustos y toda suerte de reconocimientos a los llamados fundadores, colonizadores o conquistadores.

Los indígenas, jóvenes y estudiantes que tumbaron los bustos de Sebastián de Belalcázar, Francisco Fernández de Contreras y Gonzalo Jiménez de Quesada no son vándalos. Ninguno de ellos ha participado en los saqueos a los centros comerciales, destrucción de cajeros ni han dañado los sistemas de transportes ni bienes públicos. Son jóvenes perfectamente enterados de que la historia fue escrita por los sacerdotes españoles y heredada por los conclaves de las academias de historia.

Otro aspecto para tener en cuenta es que los bustos o colonizadores derivados no son bienes públicos, sino bienes espurios y falsos, exaltaciones a criminales atroces, despojadores de tierras, esclavistas, racistas y etnocidas. Es como si en la plaza Rabin en Tel Aviv, en Israel, se exhibiera un busto de Adolf Hitler.

En este contexto, las actuaciones de la justicia deben estar dirigidas a juzgar a los servidores públicos que utilizaron recursos del estado para humillar y revictimizar al pueblo a través de los bustos de su opresores. De igual manera, se requiere que la Honorable Corte Constitucional se pronuncie al respecto y se investigue a los actuales mandatarios por mantener estos monumentos ofensivos y configurar con ello la apología del delito.

En medio del paro nacional, que lleva 16 días en Colombia, el derribamiento de estatuas o bustos de personajes que sembraron el terror y desaparecieron buena parte de nuestras comunidades ancestrales, son hechos protagonizados por jóvenes, algunos de ellos miembros de pueblos indígenas, otros simples estudiantes o habitantes de las barriadas, fruto de la posmodernidad y la descolonización

El primero en caer fue el invasor Sebastián de Belalcázar, en Popayán; luego, el etnocida Francisco Fernández de Contreras, en Ocaña, corazón del Catatumbo y, el más reciente, fue el busto del bárbaro Gonzalo Jiménez de Quesada, en Bogotá.

Se trata de monumentos que, para mi asombro, no cayeron totalmente, pues sus espíritus se encuentran incrustados en la intelectualidad de la ultraderecha, muchos de ellos sentados hoy como emperadores de la verdad absoluta en las diferentes academias de historia en Colombia.

En Bristol, Inglaterra, la estatua del comerciante de esclavos del siglo XVII, Edward Colston fue derribada en el año 2020; lo mismo ocurrió con el busto de Cristóbal Colón, en el corazón de Boston, y en el Capitolio de EE.UU., la presidenta de la Cámara Baja, Nancy Pelosi, impartió la orden perentoria de retirar de este recinto los retratos de cuatro de sus predecesores que apoyaban a los esclavistas y que sirvieron en el bando de la Confederación durante la guerra civil que se libró entre 1861 y 1865.

Estos actos reivindicatorios de descolonalización están conectados con la generación Z; es decir, jóvenes nacidos a partir del año 1994, hijos de la generación X, que es la generación nativa de los medios digitales, formados y criados en las redes digitales. Hasta el año 2019, la generación Z representaba el 32 % de la población mundial, es decir 7.700 millones personas, con lo que superó a los milenials.

La generación Z verifica todos los datos y las informaciones recibidas, escudriñan todo; (precios, publicidad y mensajes), sin importar que el emisor sea una empresa, sus padres, el profesor, el pastor, el sacerdote, el presidente, el alcalde, el gobernador, los medios de comunicación o los líderes políticos.

Es la generación que lucha para que la verdad salga a la luz pública, por eso se conectan por la redes sociales, buscando que se cuente la verdadera historia, se preocupan por su planeta, por los ecosistemas, por el cambio climático, por la paz, pues consideran que en la paz y el medio ambiente está el futuro del planeta. 

La generación Z utiliza el arma más poderosa que se les haya entregado a los jóvenes en toda su historia: un dispositivo con datos globales interconectados. Desde un celular se convocan para reconstruir la historia mediante actos simbólicos que incluyen el derribamiento de monumentos, como está ocurriendo en Colombia.

No nos cofundamos, la nueva ciudadanía en Colombia, denominada la generación Z, esta dispuesta a luchar con sus celulares y su espíritu juvenil, para que se reconstruya la historia, son jóvenes sin ideologías o algunos, con ideologías de centro, derecha o izquierda; hay católicos, evangélicos protestantes, mormones, de estratos bajos, medios y altos y de todas las razas y culturas del país.

En  esta valiosa discusión posmoderna hay que reconocer que nuestros contradictores nos dicen que eliminado los bustos, monumentos o estatuas, se perdería la historia.

En este orden de ideas, el pasado 7 de mayo de 2021, interpuse un derecho de petición de fondo al alcalde de Ocaña, Doctor Samir Casadiegos, por medio del cual le solicité que el busto de Francisco Fernández De Contreras, no se restaure, y que sea expuesto tal como se encuentra, en un cubículo de barrotes o de cárcel simbólica al interior del Museo Antón García de Bonilla, pues nuestras generaciones futuras deben saber que el pedrochero español está pagando sus crímenes de manera simbólica en Ocaña, corazón del Catatumbo.

 

 

  • Edwar Álvarez Vacca
  • Catatumbero
  • Dirigente Social, Defensor de Derechos Humanos
  • Experto en Asuntos Humanitarios, Étnicos, Territoriales y Ambientales
  • 13 de mayo 2021.