Autor: Tejido de Comunicación - ACIN
“La palabra sin acción es vacía, la acción sin la palabra es ciega, la palabra y la acción por fuera del espíritu de la comunidad, son la muerte” (Pensamiento Nasa). Esta es la frase que debería recoger lo sucedido en el Congreso para la Paz realizado la semana pasada en Bogotá.
Este texto recoge el principio del mandar obedeciendo, que debería orientar todo espacio de reflexión y debate colectivo. Principio de la diversidad de perspectivas y posiciones que deben ser respetadas y escuchadas para tejer desde abajo. En este sentido, el Congreso para la Paz, hijo del Congreso de los Pueblos, nacido en el espíritu de construir colectivamente un país de los pueblos sin dueños, debe evitar a toda costa, que solo unos y unas hablen por los diversos pueblos y procesos. En coherencia con esta principio y comprometidos con el Congreso por la Paz desde abajo, planteamos la siguiente lectura de la que tenemos absoluta convicción en camino a que la palabra y la acción de los pueblos en el espíritu de la comunidad no tengan dueños.
En los cuatro días del Congreso las mesas temáticas fueron los espacios más “fructíferos” en la construcción de una propuesta real de paz: las intervenciones giraban en torno a romper los paradigmas del modelo neoliberal en el que está sumergido el país; y desde el debate y la reflexión, los distintos pueblos que acudieron a este llamado, dialogaron y compartieron sus experiencias con la diversidad y las diferencias que a cada pueblo caracteriza. Las siete mesas planteadas fueron: Economía para la vida digna; Política para la vida digna; Caminos de vida, justicia y paz (modelo de justicia); Tierras, territorios y soberanías; Derechos de los pueblos para la vida digna; Cultura, identidad y ética de lo común; Internacional: integración solidaria de los pueblos
Sin embargo, quedó un sin sabor y un enorme vacío en las conclusiones de cada mesa. Inicialmente porque la estructura de los siete puntos invita a hacer el debate, pero NO a que este debate sea en sí mismo la invitación a acciones concretas y reales frente a la problemática de fondo: el modelo económico. Partiendo desde este punto, es imprescindible resaltar toda vez que sea necesario, los cinco puntos de la Minga de Resistencia Social y Comunitaria
1 realizada en el 2008, que a diferencia del Congreso para la Paz, plantea un accionar y un rechazo real frente al modelo de muerte que violenta la integridad de los pueblos y sus territorios:
1. Rechazamos los Tratados de Libre Comercio.
2. No más terror y guerra.
3. Derogación de toda la legislación de despojo.
4. Cumplimiento de Acuerdos y Convenios.
5. Creación de Mecanismos de Soberanía, Paz y Convivencia.
Se siente la necesidad de actuar: “accionar más que hablar”, reafirmaron las comunidades participantes del Congreso para la Paz, teniendo en cuenta la coyuntura actual de las negociaciones en La Habana y el proceso histórico que conlleva esto para el país. Pero sobre todo, frente al posible pos-conflicto, es decir, ¿cómo se preparan las distintas comunidades indígenas, afros, campesinas y demás sectores sociales a fines a un proceso de paz construido desde la base?, que evidentemente, contrasta con la “paz” que se gesta entre el gobierno y las FARC-EP (proceso al que pronto se le unirán las demás insurgencias), y que en el único punto en el que coinciden, es en la dejación de las armas, por parte de la insurgencia. Acuerdo que aunque no implica por ningún motivo la paz que anhelamos desde abajo, es un paso necesario para que nos podamos levantar a construir nuestra paz.
Nos parece también contradictorio que en el Congreso para la Paz, por un lado, se hable de construir la paz desde las comunidades y desde procesos que resisten la arremetida del aparato del modelo económico. Desde y con los pueblos movilizados de todas las regiones del país que se encontraron para compartir y tejer propuestas diversas. Desde la conciencia de la gente que en las mesas identificara las estrategias del gobierno para acallar las luchas. Además de la corrupción, la judicialización, la persecución del Estado a cualquier tipo de oposición, la imposición de leyes de invasión y despojo, la impunidad y la destrucción de la Madre Tierra. Y por otro lado, el Congreso para la Paz, habla de la participación de los sectores populares en las negociaciones realizadas en La Habana. Sentimos que no se puede mezclar el agua con el aceite, porque
la guerra de estos actores armados continúa, la población sigue en medio del fuego cruzado, la lista de muertos y víctimas sigue en aumento y la sangre sigue corriendo en nuestros territorios.
Ni el Gobierno ni las FARC-EP hablan en nombre de la gente, por ende no hablan de la paz. Cada uno tiene sus intereses particulares, y estos intereses giran en torno a los “Tratados de Libre Comercio” y al capital extranjero. Un ejemplo claro de esto, es que la insurgencia se jacta de hablar de las Zonas de Reserva Campesina-ZRC en nombre de los campesinos. Pero una cosa son las ZRC planteadas por los campesinos, por las cuales han muerto y luchado toda la vida, y otra muy distinta, son las “ZRC” planteadas por las FARC, que en realidad son Zonas de Desarrollo Empresarial-ZDE. En un posible pos-conflicto, las ZRC pasarían a ser incorporadas a las ZDE de acuerdo a la Ley 160 (Articulo 82)
2. Esto implicaría el acceso del capital privado a las zonas baldías consideradas como Zonas de Reserva Campesina y que estos territorios sean blanco de la voracidad de un modelo agroindustrial, afianzado en el capitalismo extractivista comercial agrario y la proletarización del campesino.
Sabemos que la dejación de la armas no es por ningún motivo paz. La guerra sigue. Frente a todas las estrategias planteadas por el gobierno como el fuero penal militar, el plan de consolidación territorial, las locomotoras del desarrollo, la privatización de los recursos naturales y los servicios y la destrucción de la Madre Tierra. Los pueblos que buscamos y estamos en una construcción de la paz, debemos estar preparados para las consecuencias de estas negociaciones. El llamado pos-conflicto es inminente.
Los que luchamos por la libertad de nuestros territorios, por la soberanía alimentaria y en sí por nuestros derechos, todo en defensa de la Madre Tierra. Nos preparamos en caminar la palabra hacia un plan para la vida, un plan de vida, que por ningún motivo obedezca a intereses de burócratas, ya sean del gobierno, de las insurgencias que negocian o no en la Habana, o de cualquier otro que camine al ritmo del modelo económico, con las banderas de los TLC, del despojo y de la destrucción de la Madre Tierra. Por esta razón, desde el pueblo Nasa, se debe mandar obedeciendo a la máxima autoridad que es la comunidad por medio de la asamblea.
Así como la marcha por la paz se convirtió para las estructuras establecidas en un desfile de políticos y burócratas de todos los partidos y grupos insurgentes, mientras miles de personas marcharon por la construcción de paz desde abajo y duradera. Fue evidente que la “paz” que hablan ellos es una y la de los pueblos es otra. En el Congreso para la Paz sucedió algo similar con las paradójicas intervenciones de un comandante del ELN, a través de un video y con la intervención de las FARC-EP, a través de un comunicado, que manifestaban su apoyo a comunidades indígenas, afros, campesinos y sectores populares. Comunidades a las que ellos mismos dan muerte y siguen acabando en el territorio.
Los únicos con autoridad y los mayores conocedores de la paz son los pueblos que viven la guerra provocada por los grandes capitales económicos. Son estos primeros quienes deben caminar este pensamiento Nasa: “La palabra sin acción es vacía, la acción sin la palabra es ciega, la palabra y la acción por fuera del espíritu de la comunidad, son la muerte”.